MI PERSONAJE INOLVIDABLE
Él también cambió de opinión acerca de mí... Recuerdo una tarde en Kuquine, cuando el viento de otoño rumoreaba entre los árboles, y nosotros -Fulgencio y yo- charlábamos a media voz entre copa y copa de champán... Corría el año turbulento de 1958, tan lleno de amargos presagios, y el General me acababa de preguntar con conmovedora sencillez: «Oye, Jorgito, ¿cómo tú vez la cosa?» Yo respondí prontamente: «Admirablemente, mi General. La paz y el orden reinan en todo el país. En medio de unos comicios de ejemplar respeto ciudadano, acaba de ser electo el doctor Rivero Agüero que -quizás con menos genialidad, pero sin duda con la misma honesta firmeza que usted-, llevará adelante la antorcha flamígera del 10 de marzo.» El General demoró en contestar. Se quedó mirándome con un destello de penetrante lumbre en sus ojos, y luego, serenadamente, dijo: «¿Recuerdas, Jorgito, aquella vez en que te llamé joven idiota?» «Sí, mi General», contesté yo. «Pues bien -musitó-, has cambiado mucho. Ya no eres tan joven.»
Muchas son las razones que tengo para pensar en Fulgencio, como mi personaje inolvidable... Pero bastaría una solamente... Aquella conversación telefónica que sostuve con él, el 24 de diciembre de 1958:
-Mi General -le dije-. lo llamo para desearle felices Pascuas y un venturoso Año Nuevo. -Y. con mi habitual discreción, agregué-: Y de paso, para ver si ya estaba mi chequecito.
-Efectivamente -respondió él-, efectivamente..., pero no te apures, ven a buscarlo el día primero y nos tomamos una sidra.
¡No, nunca podré olvidar esa conversación..., porque dejé un cheque de cinco mil cocos en Palacio; y el día primero, lo iba a buscar un toro!
*El autor de este conmovedor relato, el doctor Jorge Zayas, es un distinguido luchador por la libertad de prensa en toda la América Latina. En pocas líneas de prosa fragante y sencilla, nos ofrece la imagen de un gran demócrata. El doctor Zayas -hoy huesped de los EE.UU.- perpara actualmente un libro de versos llamado a alcanzar gran popularidad: La siquitrilla trémula.
Condensaciones de paquetes de estupidez permanente coleccionados en folleto
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